Uno de los temas que suscita más inquietud a padres y maestros es cómo motivar a los niños frente a los aprendizajes. Este artículo está totalmente alejado de metodologías como las que muchos hemos vivido y es que, la letra con sangre entra, es algo obsoleto.
Según Isabel García, el aprendizaje “es todo aquel conocimiento/habilidad que se adquiere a partir de las cosas que nos suceden en la vida diaria”. Esto se consigue a través de tres métodos diferentes entre sí: la experiencia, la instrucción y la observación. En este artículo, se hará hincapié en el aprendizaje experiencial o vivencial y en el mejor recurso para hacer que todo lo aprendido gane significatividad: el juego.
Podemos decir que el aprendizaje experiencial es aprender por medio del hacer convirtiéndose en constructores de sus propios aprendizajes. Este tipo de aprendizaje ( a partir del conocimiento de sí mismo) permite un espacio de crecimiento personal e interpersonal, modificar actitudes, valores,…una interacción permanente entre la acción y la reflexión y un aspecto que cabe sobresaltar ayuda a que las personas estén a un mismo nivel. Es el autodescubrimiento lo que hace más significativos los aprendizajes.
Ahora bien, ¿cuál es la mejor vía para estos aprendizajes? Qué es lo que más le puede gustar a un niño? La respuesta parece obvia: jugar. El juego libera tensiones emocionales. Jugar es un modo de aprender. A través del juego cualquier niño se comunica con el mundo. Estimula los sentidos, desarrolla la creatividad y la imaginación. Jugar es investigar, crear, conocer, divertirse, descubrir, esto es, la expresión de todas las inquietudes, ilusiones, fantasías, que un niño necesita desarrollar para convertirse en adulto. El juego facilita el desarrollo de las habilidades sociales, la inteligencia racional y la emocional, la solución de problemas y la toma de decisiones. El juego es su lenguaje principal y el recurso fundamental para la maduración.
Parece que el juego sólo es apto para los niños de Educación Infantil pero todo se puede enseñar como un juego no sólo desde los colegios sino también desde casa ya que los padres somos un modelo para nuestros peques y porque familia y escuela debemos ser siempre un tándem.
Por ejemplo, que mejor forma que conocer los órganos que forman el aparato digestivo que poniendo a cada niño una camiseta y que tengan que dibujarlo en el compañero (tras mostrar cada uno de los órganos en moldes que puedan coger y juntar como piezas del puzzle del cual forman parte).
Otro ejemplo de aprendizaje experiencial es desde algo que no supone ningún esfuerzo para los papás: Las tareas de la casa. Le damos 4 servilletas para que las ponga en la mesa (hemos colocado las de los 6 comensales que somos en casa para que tenga una ayuda visual si son más peques) “Si somos 6 ¿cuántas servilletas faltan? ”
O, por ejemplo, para la lectoescritura jugar con papá y mamá a la carretera del número “6” o la letra “d” o también “qué letrita…” (Con mi hijo de 2 años y medio juego a este juego partiendo de lo que le es más cercano y jugando de vez en cuando: A como la abuelita, o la prima Adri. Y de yaya o yogur. Y desde mi experiencia funciona porque es un juego y es algo que compartimos).
Las consecuencias de nuestros actos son la fuente principal de la actitud y/o del conocimiento de ahí que como padres y docentes debamos actuar sin olvidar que los niños no son adultos en miniaturas sino pequeños genios sedientos de aprender.
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